Era una noche común de diciembre, yo estaba saliendo del irish pub ubicado en la avenida masaryk, después de ver a un grupo de amigos con motivo de las festividades de fin de año. Mi estado etílico no era el que en algunas ocasiones he tenido, ya que no me sentía mareado ni torpe, por lo tanto al llegar al famoso retén de alcoholímetro, a pesar de ser advertido de su presencia, no vi problema alguno para circular sobre la mencionada avenida y dirigirme comer unos ricos tacos al pastor.
Al llegar al punto de revisión, el policía me preguntó cómo me sentía, a lo que respondí que bien. En ese momento todo indicaba que me iba a dejar pasar el retén sin problema, pero dudó por un instante de mi palabra y su siguiente pregunta fue ¿tomó algo joven? En ese momento cambió mi noche, ya que no me sentía en mal estado, decidí ser honesto y respondí que sí había tomado dos cervezas, inmediatamente me pidió que le soplara a la cara, eso bastó para que me detuvieran.
Al enfrentarme al famoso alcoholímetro, empecé a sentir inseguridad cuando pidieron que soplara siete veces… obviamente el resultado fue arriba de 0.4g/l, el límite permitido según el artículo 31 del reglamento de tránsito. Hasta ese momento creí todavía tener bajo control la situación, es decir, que podría zafarme fácilmente, tras una advertencia o un encierro de un par de horas, pero eso era vil ignorancia mía.
Al resultar positivo pasé con un “doctor” ubicado en una mesa que estaba en el retén, me explico que me mandarían a un juzgado para que me dictaran mi sentencia que podía ser de 20 a 36 horas… Empezó la preocupación por mi coche, dado que iba solo y si no llegaba alguien a moverlo del retén, sería llevado por una grúa con el respectivo costo del arrastre y el corralón. Los “amables” policías me metieron a una patrulla, pero me dijeron que si llegaba alguien por mi coche antes de que me llevaran no había problema. Al llegar mi hermano no me permitieron darle las llaves y lograron su cometido la grúa arrastró mi auto… la razón, la desconozco, seguramente hay alguna comisión implícita para ellos.
En la patrulla subieron a otros dos “positivos”, un señor de 40 años que claramente estaba en un estado impertinente, fue el más altanero y peleonero, pero ni así se salvó. El otro era un empresario que venía de Cd. Juárez a festejar con amigos del DF. Ellos serían mis compañeros por las siguientes nueve horas.
La siguiente etapa de mi odisea fue al llegar al juzgado, un lugar estereotipo de oficina burocrática de gobierno, con muebles viejos, gente mal encarada y actitud prepotente. En la entrada de estas instalaciones están los tradicionales abogados coyotes ofreciendo sacar del aprieto, dando tarjetas de presentación blancas con su nombre y teléfono escritos a mano. Ya dentro de las oficinas, pasamos con otro “doctor” que ni siquiera se acercó para verificar nuestro estado, simplemente preguntas de la edad y cuántas habíamos tomado. Esta parte es teóricamente para certificar si uno se encuentra en estado adecuado para tener una audiencia con el juez y estar consciente de la condena que dicte.
Como no me encontraba en estado de ebriedad pasé con el juez quien dentro de lo que cabe, actuó amablemente, me volvió a preguntar cuantas tomé, le contesté que 4 cervezas y me dijo que en la declaración el pondría que tomé sólo dos, para que así me dictara la sentencia mínima… 20 horas. Mientras llenaba la declaración el juez me platicó que se debe de hacer en caso de que me agarrara un reten.
1. Cuando el poli pregunta si tomaste o no, siempre se debe contestar que no, ya que el hecho de haber tomado y manejar es una falta que aunque no aplica sanción, motiva más que realicen la prueba.
2. En caso de llegar a estar enfrente del alcoholímetro, cuando pidan que soples, debes negarte rotundamente. No hay ley que obligue a soplar y en caso de que te lleven al ministerio público, no hacen caso y sueltan a la persona rápidamente por la falta de ley que sancione.
3. Por último y lo más irónico, es que el juez recomienda un “abogado” para que ayude a salir del encierro por medio de un amparo. (Pero claro, el juez siempre me hizo ver que estaba mal que los abogados repartieran sus tarjetas afuera del juzgado y me pidió que yo le advirtiera que lo iba a arrestar si seguía repartiendo tarjetas.)
Al llegar al punto de revisión, el policía me preguntó cómo me sentía, a lo que respondí que bien. En ese momento todo indicaba que me iba a dejar pasar el retén sin problema, pero dudó por un instante de mi palabra y su siguiente pregunta fue ¿tomó algo joven? En ese momento cambió mi noche, ya que no me sentía en mal estado, decidí ser honesto y respondí que sí había tomado dos cervezas, inmediatamente me pidió que le soplara a la cara, eso bastó para que me detuvieran.
Al enfrentarme al famoso alcoholímetro, empecé a sentir inseguridad cuando pidieron que soplara siete veces… obviamente el resultado fue arriba de 0.4g/l, el límite permitido según el artículo 31 del reglamento de tránsito. Hasta ese momento creí todavía tener bajo control la situación, es decir, que podría zafarme fácilmente, tras una advertencia o un encierro de un par de horas, pero eso era vil ignorancia mía.
Al resultar positivo pasé con un “doctor” ubicado en una mesa que estaba en el retén, me explico que me mandarían a un juzgado para que me dictaran mi sentencia que podía ser de 20 a 36 horas… Empezó la preocupación por mi coche, dado que iba solo y si no llegaba alguien a moverlo del retén, sería llevado por una grúa con el respectivo costo del arrastre y el corralón. Los “amables” policías me metieron a una patrulla, pero me dijeron que si llegaba alguien por mi coche antes de que me llevaran no había problema. Al llegar mi hermano no me permitieron darle las llaves y lograron su cometido la grúa arrastró mi auto… la razón, la desconozco, seguramente hay alguna comisión implícita para ellos.
En la patrulla subieron a otros dos “positivos”, un señor de 40 años que claramente estaba en un estado impertinente, fue el más altanero y peleonero, pero ni así se salvó. El otro era un empresario que venía de Cd. Juárez a festejar con amigos del DF. Ellos serían mis compañeros por las siguientes nueve horas.
La siguiente etapa de mi odisea fue al llegar al juzgado, un lugar estereotipo de oficina burocrática de gobierno, con muebles viejos, gente mal encarada y actitud prepotente. En la entrada de estas instalaciones están los tradicionales abogados coyotes ofreciendo sacar del aprieto, dando tarjetas de presentación blancas con su nombre y teléfono escritos a mano. Ya dentro de las oficinas, pasamos con otro “doctor” que ni siquiera se acercó para verificar nuestro estado, simplemente preguntas de la edad y cuántas habíamos tomado. Esta parte es teóricamente para certificar si uno se encuentra en estado adecuado para tener una audiencia con el juez y estar consciente de la condena que dicte.
Como no me encontraba en estado de ebriedad pasé con el juez quien dentro de lo que cabe, actuó amablemente, me volvió a preguntar cuantas tomé, le contesté que 4 cervezas y me dijo que en la declaración el pondría que tomé sólo dos, para que así me dictara la sentencia mínima… 20 horas. Mientras llenaba la declaración el juez me platicó que se debe de hacer en caso de que me agarrara un reten.
1. Cuando el poli pregunta si tomaste o no, siempre se debe contestar que no, ya que el hecho de haber tomado y manejar es una falta que aunque no aplica sanción, motiva más que realicen la prueba.
2. En caso de llegar a estar enfrente del alcoholímetro, cuando pidan que soples, debes negarte rotundamente. No hay ley que obligue a soplar y en caso de que te lleven al ministerio público, no hacen caso y sueltan a la persona rápidamente por la falta de ley que sancione.
3. Por último y lo más irónico, es que el juez recomienda un “abogado” para que ayude a salir del encierro por medio de un amparo. (Pero claro, el juez siempre me hizo ver que estaba mal que los abogados repartieran sus tarjetas afuera del juzgado y me pidió que yo le advirtiera que lo iba a arrestar si seguía repartiendo tarjetas.)
Ya dictada la sentencia nos llevaron al famoso “torito”, lugar donde ha habido “personalidades” como Fabiruchis... y ahí otra vez al proceso de decir datos personales con otra “doctora” igual sin revisión física en absoluto. Luego nos pidieron declarar los objetos personales, desde celulares, reloj y cartera, hasta las agujetas. Para las tarjetas y todo lo que haya en la cartera, se vacía esta antes de guardarla para anotarlas en la hoja de recibido. Hasta este punto todo parece honesto. Después viene la parte más cruda… pasar a la zona de las celdas. Dos pasillos con 5 celdas donde hay cuatro camas de cemento y en algunos casos esas camas tienen colchoneta forrada o el puro hule espuma. Sin embargo para la hora que llegamos, (aprox. 4:00 am) ya se habían llenado las celdas y no había ni donde sentarse, por lo que la mejor opción con el frio de un 23 de diciembre y sin noción del tiempo, era caminar mucho. Tras algunos minutos, llegaron más presos y misma situación… parados.
Después el policía decidió abrir el otro pasillo que en ese momento se encontraba vacío, así que mis compañeros y yo nos dirigimos a la celda más alejada de la puerta del pasillo para dormir un poco, ya que nos faltaban alrededor de 17 horas por cubrir. De cualquier manera, la experiencia de tratar de dormir en una colchoneta de dudosa higiene, con una temperatura que seguramente estaba alrededor de los 5 a 8° C, es realmente difícil pero a pesar de eso, logré dormir cerca de una hora, después tan solo trataba de quitarme el frio.
A las 6:30 abren el comedor y sirven el desayuno por lo que se dejaron de oír voces en las celdas. Me aproximé sin intención alguna de comer algo de ahí, siendo la mejor opción tomar café, pero claro está, lavando un vaso que sabrá Dios quien usó antes. Algunos si comieron, muchos no probamos nada, creo que los que comían eran básicamente alcohólicos que agarraron y los llevaron ahí por alguna razón diferente al alcoholímetro. Los que no comimos platicamos y resultó que muchos veníamos del mismo retén o de la misma zona, pero ninguno en estado inconveniente. Tras un rato que estuvimos en el patio, nos volvieron a meter a las celdas y no estuvimos más allí de una hora aproximadamente cuando nos volvieron a sacar al patio para pasar lista y formarnos, obviamente ya con una actitud más prepotente de los policías que se notaba que llegaron al siguiente turno y trataban de intimidar, ya que acto seguido fue meternos a 35 presos a un solo pasillo con 5 celdas, mientras el otro pasillo se quedaba vacio sin explicación alguna.
A pesar de que para ese momento ya había cumplido alrededor de 7 horas de mi castigo, la sensación del encierro, la falta de comida y el trato de los policías me hizo reconsiderar si me querría quedar las 13 horas restantes o buscar el amparo para salirme antes, sin embargo no pasaron más de 10 minutos cuando escuché mi nombre y me avisaran que mi hermano había empezado el trámite de mi amparo el cual tuvo un costo de $3000, que ignoro si esa cuota fue por las fechas o sea el promedio que cobran esos abogados coyotes.
Tras una hora de trámites, recoger pertenencias y volver a pasar con la “doctora” para revisión; que volvió a ser tan solo de plática, salí del torito para saldar esa deuda económica y enterarme que posiblemente tendré que pagar las horas restantes yendo al torito de nuevo, ya que el amparo tiene vigencia. Sin embargo, ese es otro tema.
3 comments:
Después de lo contado acá, imagino que a esta persona no le quedarán ganas de tomar y manejar. Espero que pase lo mismo con los que lean este post.
Y pasando a otra cosa, ¿cómo se parecen nuestros paises? La descripción de la comisaría (hasta donde las conozco, de afuerita nomás) encaja perfectamente con cualquier comisaría (delegación como las llaman en México) que he visto en Lima.
¡Saludos!
Por cierto, ya no llegó a los tacos, y si tenía que verse con otras personas se enteraron días después no???? Que horror, quien diría que pudo haberle pasado a cualquiera!!!!!!!!. Un beso
La justicia en México, siempre un tema de debate... el dilema está entre el autoritarismo y la irresponsabilidad de los infractores. Conosco hisotiras similiares a las relatadas en el post... pero bueno, si uno no quiere vers een problemas... beba en su casa, o si toma, tome un taxi, o asigne a un coductor "resignado"... ¿para que nos arriesgamos? yo prefiuero que el torito esté lleno de gente con "un bajo grado de alcohol" y lagunos teporochazos, a tener que andar reconociendo cadáveres en el semefo.
Ni modo, este es nuestro país, ojalá pusiersamos hacer algo para mejorarlo.
saludos
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