May 25, 2009

De contentillo

Todo depende de su buen o mal humor.
Puede ser que despierte con una nube sobre su cabeza, mentando madres, descomponiendole el día al prójimo y a cuanta persona se cruce en su camino. Tocará el claxón a cualquier automóvil e ignorará al mundo entero. Sólo está concentrado en que amaneció de malas.
Pero también existe la opción "b", si bien nos va, puede amanecer con el arcoiris sobre su cabeza, sonriéndole hasta al más desconocido, tarareando canciones bobas o de amor. No le preocupará en lo más mínimo que las cosas no salgan conforme a lo planeado y puede tener una paciencia al infinito. Vaya, hasta descubrirá lo simpático que aquella otra persona puede llegar a ser.
Depende de su contentillo si hablará o gruñirá.
En cualquiera de las dos formas lo único que le importa a esa persona es cómo se siente ella misma, no se fija nunca en los demás. Jamás se preguntará: ¿Con qué humor amanecieron los demás? En resumidas cuentas está condenado a vivir encerrado en sus sentimientos.

6 comments:

DeLaCruz said...

damn! a un psiquiatra por favor... eso es desorden bipolar (que le llaman) ...

zocadiz said...

rich, me inspire en ti...ups!!!! jajajaja ntc. siiii las personas asi son de lo peor: dos dias mal humor y al dia siguiente buen humor. ENIGMATICAS!!!!!

Berenice Mares said...

Claro que no, no todas las personas son asi... esa persona a la que tu describes tiene poca inteligencia emocional..
y que feo es que sea primero él, después él y por ultimo él..

chusso said...

muy atinado el post zell
heriste suceptibilidades

y haces reaccionar

gracias por el post c t agradece

Gabriela said...

Debe ser muy triste vivir así... si es que es consciente de que es como es.

azaliz said...

Hayward no veía nada sino a través de la literatura y era peligroso porque se engañaba a sí mismo con sinceridad. Con toda honradez tomaba su sensualidad por emociones románticas; su volubilidad por temperamento artístico; su indolencia por calma filosófica. Su mente, vulgar en su esfuerzo hacia el refinamiento, lo veía todo más grande de lo que en realidad era. Mentía sin saberlo, y si se lo hacían observar, elogiaba la belleza de la mentira. Era un idealista.
(W. Somerset Maugham, "Of human bondage").