Estaba distraída. El olor a incienso le picaba la nariz. La multitud de personas que rezaban al unísono la mareaba. El niño del extremo lloraba, la señora le preguntaba si el del asiento de a lado era su esposo o su novio, el anciano a señas pedía prestada la hojita dominical, la familia que se bañaba y peinaba en la pila de agua bendita, todos estos factores hacían que su piedad no fuera tal cual ella la deseaba.
Pero ahí estaba. Se sabía mirada.
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