El despertador sonaba a las 5:00 am.
Ella se preparaba para salir a correr: pants, tennis, playera, sudadera.
Se peinaba un poco para disfrazar el almohadazo, no le gustaba perder el estilo.
De paso por la cocina, tomaba una botella de agua y alguna barrita de granola.
Abría la puerta procurando no hacer ruido para no despertar a nadie, al salir sentía el frío de la madrugada golpear su cuerpo y abrirle los pulmones.
Empezaba a caminar cuesta abajo con paso veloz, hacia el estacionamiento de aquella plaza que le servía de pista para correr. A sus pies, la ciudad entera dormía, aún estaba oscuro y no se vislumbraba ningún rayo del sol.
Por un momento, era dueña de todo el movimiento citadino, más bien ella era todo el movimiento citadino.
Al correr, lo único que escuchaba eran los latidos de su corazón y su respiración agitada. En algún momento soñó que alguien la acompañaba, pero eso fue sólo un pensamiento, disparates que se tienen antes del amanecer. Le hubiera encantado la idea de tener a alguien con quien compartir esta experiencia, pero en realidad siempre corrió sola. Y así debía seguir por algún tiempo.
Hoy, mi despertador sonó a las 5:00 am, tenía la firme idea de levantarme a correr, pero cuando prendí mi lámpara hizo corto circuito y se fundió el foco.
Uno debe entender las señales de la vida, así que permanecí en la cama. Hoy no iré.