Mar 6, 2009

historias en el tren, vagón 2



Mirando por la ventana del tren, quedaban atrás Venecia, Verona, Milán... adelante estaba Florencia y más allá Roma, la ciudad eterna.
Sumida en la tarea de grabar en su memoria cada momento vivido, no prestó atención al señor que se sentaba enfrente de ella, quizás de unos 70 y pico de años, un poco encorvado, nariz aguileña y calvo.
Al cabo de un rato se percató de su presencia, quiza había necesitado ayuda para acomodar la maleta o quitarse el abrigo.
Ahora era demasiado tarde para ser servicial.



8 comments:

AleMamá said...

Pasa, y muy seguido; muchas veces por timidez o por temor a una mala acogida, pero yo igual lo intento con diversas suertes.
Un beso

Gabriela said...

Yo suelo ayudar a los turistas que van con cara de perdidos en las calles de Lima. Como dice AleMamá, a veces soy bien recibida, a veces su respuesta es una mirada de desconfianza.
Ese señor... ¿cuántas historias guardará en la memoria?

Hilda said...

Una de las cosas que me sirvió para guardar las cosas en mi memoria, fue escribir un diario con mis aventuras. Han pasado dos años desde que regresé de tierras europeas y todavía lo recuerdo.
Por otro lado, me hiciste recordar que estando en el aeropuerto, juzgué por su aspecto a un "x" pasajero y fue él que se ofreció a ayudarme con la condenada maleta que no lograba bajar de la banda que da vueltas. Que torpe me sentí, juzgándolo yo por su aspecto y él no se fijó en el mío para ofrecerme su ayuda. Hay lecciones que ya voy aprendiendo por verguenza.
Aunque lo tuyo mi querida Zocadiz, fue pura distraccion, quien no sueña estando por allá.
Un abrazo. Hilda

Anonymous said...

and the moment it's gone...

maria jesus said...

Nos ocurre a todos muy a menudo, es un fallo, pero somos humanos e Italia es Italia

El Velvet de Cierto Pelo said...

Es Italia!
Es la melancolía italiana...

Anonymous said...

hola, hola, bienvenida al mundo real... saludos!! :-)

Fon said...

jeje,grande... desprenderse de uno mismo